Pablo también juega
Una tarde con amigos. Coger la bicicleta para subir y bajar rampas. Todos lo hicimos de críos. En la persecución Pablo giró el manillar y se deslizó por una ligera cuesta. De repente, apareció un baden imprevisto que hizo que se le fuera la rueda delantera y perdiera el control de su bólido. Poco más recuerda. Su memoria ha borrado el golpe. No el susto. Apareció despierto en el hospital sin saber muy bien que había pasado. Le dolía la espalda, cerca del hombro y notaba una punzada en la mejilla. Una fuerte herida amanecía en su cara. El susto podría haber sido mucho peor.
Ese mismo fin de semana Pablo tenía que haber jugado el torneo de su club, El Olivar, pero tuvo que ausentarse obviamente para recuperarse. La clavícula se la había fracturado en el tremendo golpetazo que se dio y tendrá que esperar a jugar unos meses. Su fin de temporada llegó antes de lo previsto. El mejor momento. Porque mirando el calendario tenía anotado con un redondel colorado una fecha. Este 21 de junio. Ese día, precisamente hoy, empezaría a participar en la Copa de España Alevín ‘L’Alqueria del Minibasket’, cerrando su ciclo como jugador de canasta pequeña. La leve tristeza quedó pronto relegada por el ímpetu maravilloso con el que Pablo Fumanal afronta todos los retos, cada caída del destino, en una asombrosa lección de un pequeño alevín que no ha perdido su vitalidad ni la sonrisa.
Quizá porque a su lado tiene un equipazo, que además es todo un filial del Tecnyconta Zaragoza. Esta mañana se ha encontrado con una sorpresa de esas que sí que no se podrán evaporar nunca de su memoria. Todos sus compañeros han amanecido en Valencia ataviados con una camiseta con el lema ‘Pablo, tu también juegas’. No le van a dejar sólo. No va a estar ausente. Su presencia se nota, quizá no pueda jugar en la pista, pero rendirá como ese buen amigo dentro de ella. Animar desde el banquillo, vivir la experiencia, seguir formándose. Lecciones que se aprenden con un balón o sin él. Da igual.
“Queríamos que él supiera que estamos con él, aunque no pueda estar en el torneo”, afirma Rodrigo, que como Pablo fueron con Aragón al Campeonato de España. Resulta que la idea fue de su entrenador, Iván, bien secundado por Ángel, que forman una pareja de formadores extraordinaria. Han perdido el primer partido de la mañana, pero ellos les indican que los que realmente les ha preocupado es que no le han visto disfrutar, que han estado egoístas y no han aceptado sus responsabilidades individuales por el resto del equipo. Una lección de lo que es ser un grupo. “Pablo es un buen jugador, le echamos de menos, pero es mejor compañero”, asiente Rodrigo.
Todos le rodean. Posan para la foto señalando al ausente más presente. Pablo sonríe. La tirita le tapa la herida de la mejilla, pero no evita que brille en su cara esa felicidad de sentirse apreciado y querido por los suyos. Vuelven las bromas y los ligeros empujones. Pablo se mete en el lío. Pablo, también juega.